He de confesar, que fue recientemente a partir del reencuentro con un libro de Oscar Varsavsky, Ciencia, política y cientificismo, y el llamamiento que hiciera el Presidente Chávez el pasado domingo que me motivé a desarrollar las reflexiones que pretendo compartir con los lectores de éste artículo. Quisiera establecer un principio inicial desde donde observo la función de educar: es imposible educar sin ideologizar, la educación es el instrumento más eficiente para implantar una ideología que pretende ser dominante en las dinámicas sociales. Y es a partir de esta idea que podemos entender la colonización que pretendieron y en parte lograron los propulsores del neoliberalismo económico y los neopositivistas de las ciencias sociales, a partir de los años 50, como parte de la expansión de la Doctrina Monroe propuesto desde el siglo XIX. Obviamente iba acompañado en lo económico de la necesidad de expandir los tentáculos de las crecientes corporaciones norteamericanas, tan exitosas en la Europa que se recuperaba de la segunda Guerra Mundial con la ayuda “condicional” de los Estados Unidos a través del Plan Marshall y que en América Latina se denominó la Alianza para el Progreso, mediante la cual se apoyaron a dictadores que respondían a los intereses económicos norteamericanos, a pesar de las horrendas represiones y abusos de poder.

Pero no fue sino a través de la colonización cultural, que el imperio norteamericano encontró una estrategia eficiente para subsumir a sus intereses a los países latinoamericanos. Las estrategias fueron diversas en el plano educativo. Por una parte, se diseñaron planes de becas para formar a científicos de diversas ciencias en las universidades norteamericanas. En ellas aprendieron a ser dependientes del desarrollo tecnológico e intelectual, a generar estudios e investigaciones que respondía a otras realidades ajenas a las propias de sus países de origen.

Por ello, al menos en lo que respecta a la ciencia política, sigue prevaleciendo la mirada atónita hacia los estudios de los norteamericanos, sobre todo aquellos que impulsan la democracia representativa y el culto hacia la separación irónica de la función pública del compromiso político, para desarrollar una rational choice tanto de los funcionarios públicos como de la sociedad en general. Por ende, toda idea que salga de los patrones ideológicos, o en referencia al pensamiento único términos racionales, será tomada como una desviación y debe ser criticada y rechazada. No es de extrañar que en América Latina se instauraron proyectos democráticos que hoy son rechazados, abriendo espacios para la búsqueda de sistemas de gobiernos alternativos que respondan a las necesidades y expectativas reales de las sociedades latinoamericanas, y no a los intereses de clases comprometidas con sus propios intereses y los de las grandes corporaciones económicas extranjeras. Solo por citar tres casos emblemáticos de estos sistemas alternativos, tenemos a Venezuela, Ecuador y Bolivia, que han generado novedosas instituciones políticas que obedecen a la necesidad de adecuar la función de gobierno a los intereses de las mayorías, a través de formulas que se condensan en las transformaciones de las Constituciones Nacionales.

En cuanto a la economía, no es de extrañar que durante las décadas de los ochenta y noventa, los economistas formados a la sazón de los Chicago Boys, pretendieran desarrollar en América Latina las estrategias necesarias para abrir los mercados nacionales a las importaciones con bajos aranceles y a la implantación de las grandes transnacionales, bajo la premisa de la integración económica y la estrategia del “libre comercio”. Claro, ¿Qué tan libre se puede ser sin poseer igualdad de oportunidades? Definitivamente la libertad es precedida por la igualdad.

Por otra parte, se crearon las Catedrales de la evangelización neoliberal en los países latinoamericanos. Al respecto comenta Varsavsky en la página XVI del citado libro: ”Recuerden también que acaba de inaugurarse el Instituto de Enseñanza Superior de Administración IESA, fundado por empresas privadas –la Creole y otras- con el auxilio técnico de cinco universidades norteamericanas y apoyo financiero de la Ford, para impartir una enseñanza moderna y eficiente, con las últimas técnicas de management, uso de computadoras, racionalización de oficinas, etcétera. Este instituto competirá ventajosamente con otro análogo que tiene el Gobierno, a pesar de que en el futuro, los cargos de responsabilidad en la administración pública y privada serán ocupados por graduados del IESA, muy eficientes, pero con una mentalidad formada según los valores y hábitos norteamericanos. Es innecesario explicar los alcances políticos que pueden tener estos dos ejemplos”.

Que visionario fue al escribir Varsavsky estas frases, tomando en consideración que éste cita corresponde a la transcripción que se hiciera de una charla pronunciada en la Facultad de Ciencias de la Universidad Central de Venezuela en junio de 1968, pues actualmente aún sigue prevaleciendo en las preferencias de nuestros gerentes públicos, la formación en los programas del IESA. Frente a ello, quisiera retomar mi idea central, ¿Cuál es el rol de las instituciones que pretenden formar a los nuevos servidores públicos en Venezuela, frente a la necesidad de hacer soberano tal proceso de formación? Varsavsky continúa proponiendo que en las discusiones sobre las alternativas para el desarrollo de las ciencias, hay, de forma simplificada, al menos tres estrategias:

1. Fósil o reaccionaria pura;
2. totalitaria, estalinista estereotipada;
3. reformista, Desarrollista; y,
4. Rebelde o revolucionaria.

Tomando esta clasificación, podemos revisar las diversas alternativas que se nos presentan. La izquierda radical que se ha formado en Venezuela –parte de la cual está en las filas de la oposición al gobierno-, ha desarrollado durante varias décadas prácticas informales de esta estrategia denominada fósil o reaccionaria pura, en donde al menos en mi experiencia personal, me inició en las lecturas de las obras de Lenin, Marx y Engels, y me conllevaron a convivir entre los libros y las armas, las banquetas de una plaza para leer en colectivo y armarse de argumentos, y los matorrales que sirvieron para aprender a defender en armas nuestros argumentos. Por cuanto a la alternativa totalitaria, tenemos muchos que se formaron en la antigua URSS y propusieron transformaciones descontextualizadas para la búsqueda de alternativas frente a la expansión del neoliberalismo en Latinoamérica, no avanzando en la búsqueda de aquellas que atendieran nuestras propias necesidades y expectativas.

En cuanto a los reformistas o desarrollistas, tenemos muchos ejemplos en la actualidad, tal es el caso de los programas que se ofrecen en convenio con instituciones extranjeras y universidades venezolanas, que buscan tras las trampas de los estudios de la gobernabilidad o el buen gobierno, desarrollar habilidades y destrezas en los servidores públicos como sujetos-objetos de estos programas, en donde el contexto político, económico y social son temas no tratados, y la ética solo responde a la necesidad de una conducta proba y no a la búsqueda de la justicia y la inclusión social. Sencillamente se reproduce esa visión instrumental, tecnocrática que solo atiende a una parte de la necesidad de la formación de los servidores públicos, dejando a un lado el compromiso político con el desarrollo de la función pública.

Sin embargo, en referencia a la alternativa rebelde que es “intransigente ante los defectos del sistema y ansiosa por modificarlo a fondo”, son pocas y poco conocidas las experiencias. Por ello, es necesario el desarrollo de la nueva institucionalidad, fundada en los principios de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, y las directrices estratégicas de los Planes Nacionales de Desarrollo, fundamentalmente el Proyecto Nacional Simón Bolívar.

La escuela rebelde, debe revelarse frente a las diatribas reformistas que se tratan de impulsar desde las Catedrales del Neoliberalismo. Y esto dependerá en gran medida del compromiso de las instituciones que conforman la Administración Pública y la toma de conciencia de la necesidad de una nueva institucionalidad. Premiar y valorar lo nuestro, y abrirse a la necesidad de generar transformaciones profundas es parte fundamental del compromiso institucional. Guiar su gestión por los parámetros constitucionales e institucionales que se emanan desde el ejercicio de la planificación central es imprescindible. Por ello, en este proceso de transformación, es fundamental la vinculación entre la instituciones formativas del nuevo servidor público y la Administración Pública, considerando la necesidad de generar, tal como lo propuso hace más de quince años la COPRE, una escuela de gobierno, pues se pretende formar a los servidores públicos, y del gobierno.

Por otra parte, el desarrollo de la investigación es perentorio e impostergable, pero no bajo los parámetros tradicionales de las ciencias extranjeras, que han colonizado el desarrollo de las ciencias en Venezuela. Es indispensable ser congruentes con los valores que impulsamos, sobre todo la participación y el protagonismo de las comunidades. Proyectos de investigación que estudien, documenten realidades, creen alternativas, de forma colectiva y con la inclusión de los otros como sujetos sociales activos dentro del proceso de investigación debe ser promovido, sin menoscabo de las creaciones individuales, pero promoviendo el desarrollo ínter y transdisciplinario de grupos de investigación. Hay que vencer el miedo a equivocarnos y aplicar la máxima Robinsoniana de “inventamos o erramos”, con el firme propósito de hacer la escuela rebelde, pues es a través de la actividad investigativa que se generan nuevos enfoques, experiencias, y conocimiento.

Vayan aquí, algunas reflexiones de lo que considero debe guiar a futuro las instituciones que pretende ser referencia de formación del nuevo servidor público. Dependerá, obviamente de la voluntad de los que deciden el curso de la formación del nuevo servidor público. En ellos, radica la responsabilidad de errar o fracasar. Esperemos apuntar hacia la dirección correcta, y no sigamos desviando el curso de las instituciones formativas de funcionarios públicos, hacia objetivos personalistas y descontextualizados de la realidad que hoy, demanda la formación de los que deciden no sólo el devenir de la Administración Pública, sino el desarrollo del proyecto de país, que al parecer ha encontrando como obstáculo aún infranqueable, a un funcionariado público que en su mayoría, no rema hacia el destino que conduce hacia la construcción del socialismo bolivariano.