Según la encuestadora Gallup, Venezuela es el quinto país más feliz del mundo. Nuestro gentilicio, es jovial, jocoso, y hasta de sus desgracias hace chanzas. Es un bien intangible que como sociedad, debemos preservar. Sin embargo, hay quienes atentan contra la alegría de los venezolanos. Insultan a un pueblo que celebra las conquistas de nuestros compatriotas fuera de las fronteras del país, tiñendo con el color de la política dimensiones de lo social, donde el código del poder perturba. Como una “imbecilidad colectiva” tildó el joven Yon Goicoechea al furor nacional con que se celebró el triunfo de Pastor Maldonado en la Fórmula Uno, un deporte donde los venezolanos habían jugado un papel marginal. En Globovisión se expresaban los conductores de Buenas Noches en un tono similar al de Goicoechea, afirmando que no había razones para celebrar. El motivo era que el dinero invertido en el patrocinio de la escudería Williams es un desperdicio, a la usanza de lo expresado por la diputada María Machado en meses anteriores. ¿Qué impulsa a quienes pretendieron atentar contra la felicidad de los venezolanos? Sencilla respuesta: El triunfo de Maldonado se convierte en un éxito de la gestión deportiva del gobierno nacional, y desestima las críticas opositoras. De forma reiterada la oposición descargó no solo contra el apoyo financiero de PDVSA, sino contra la capacidad del piloto, haciendo burlas de cada revés o derrota que sufría el aragueño en su desempeño, insisto, en un deporte donde los venezolanos no habían tenido una actuación destacada. ¿Acaso los venezolanos sin distingo político no apoyaron a la selección de futbol nacional, nuestra Vinotinto, a pesar de ser financiada por las empresas Polar, quiénes han asumido una actitud abiertamente contraria y confrontativa a Chávez y su gobierno? ¿Acaso por el hecho que Banesco sea patrocinante de la LVBP, los chavistas van a dejar de ser fanáticos de sus equipos, a sabiendas que parte de los recursos para la campaña de Capriles provienen de esta entidad financiera? ¿Acaso por el hecho que el Maestro Abreu haya sido el ministro de la Cultura durante el segundo mandato de Carlos Andrés Pérez, el gobierno nacional deja de vitorear el éxito del Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela, e incluso apoyar financieramente? ¿Cuánto cuesta el FESNOJIV al gobierno nacional? ¿Quién rechaza al Maestro Abreu o a Gustavo Dudamel por ser de forma permanente felicitados por el Presidente Chávez? ¿Quién llama idiota o imbécil a los venezolanos que vibramos cuando nuestra Orquesta Juvenil interpreta “Mambo”? ¿Acaso los opositores no van a apoyar a los atletas que irán a Londres a representar a Venezuela, por el hecho de ser financiados por el Ministerio del Poder popular para el Deporte? Hay acciones gubernamentales que no deben medirse desde la eficiencia financiera, sino por el patrimonio cultural, deportivo, social que como sociedad nos genera. Los invito a no perder la alegría, y mucho menos a permitir que los mercaderes barateros de la política, estos ladrones de alegría, traten de timarlos con argumentos roídos por el odio de sectores extremistas de la oposición venezolana. Suscribo las palabras de Rodolfo Speddy González, quien por cierto contó con el patrocinio de la Gobernación de Miranda solo durante la gestión de Diosdado Cabello, cuando afirmó que “nosotros los deportistas venezolanos representamos a toda Venezuela y no a un grupo político, nosotros representamos a un país unido”. Estoy seguro que en Venezuela se empezará a visitar con más frecuencia páginas web especializadas en las carreras de automóviles, y por supuesto se elevará exponencialmente la sintonía de cada carrera de Fórmula Uno. Deseemos fervientemente que Maldonado siga dándonos mayores razones para sentirnos orgullos y felices de ser venezolanos. ¡Pendientes de Mónaco!