Es una entelequia gobernar con el pueblo? ¿Forma parte de un articulado mensaje demagógico decir que se puede gobernar obedeciendo? ¿Sigue siendo imposible, como lo planteo Robert Dahl el desarrollo de una democracia participativa? Una de las bases fundamentales que soporta nuestra Constitución y el andamiaje legal que se ha desarrollado posteriormente, es una nueva concepción de democracia. 

Sin embargo, a pesar de los esfuerzos importantes que se han realizado desde el gobierno nacional, que comprenden desde un conjunto de nuevas normas, instituciones innovadoras, hasta importante disposición de fondos y recursos, no se ha logrado trascender hacia los gobiernos locales. Y es en las instancias políticos territoriales más cercanas al ciudadano, donde la democracia participativa es más efectiva. 

Tres décadas de exitoso desarrollo ha tenido el presupuesto participativo en Brasil, la agenda local como expresión de la planificación colectiva de Reino Unido, el proyecto de turismo comunitario chileno en Panguipulli, las innovadoras formas de toma de decisión en los cantones suizos, y las experiencias que paulatinamente se han venido desarrollando en nuestro continente, son muestras de que si es posible consolidar formas participativas de gestionar los asuntos públicos. Pero es de notar que todas estas experiencias tienen un factor común: Existe voluntad política, recursos limitados, y se han desarrollado en la gran mayoría de los casos por los gobiernos locales. 

En nuestro país, la situación es inversa, pues ha sido por la voluntad del gobierno nacional que se han apoyado planes, programas y proyectos orientados al fortalecimiento de la capacidad de organización y autogestión. Frente a la cada vez más organizada comunidad los gobiernos municipales, no puede seguir reproduciendo las clásicas prácticas de gobernar. ¿Quién conoce más que las propias comunidades cuáles son sus necesidades, potencialidades, debilidades? ¿Acaso no existe el talento humano suficiente para poder resolver colectivamente estos problemas, desde su diagnóstico, ejecución, control y evaluación? 

Vamos a puntualizar algunas de las ventajas de ejercer un gobierno que obedezca el mandato de las comunidades: 

1. Mayor legitimidad. Un gobierno que es ejercido de forma colectiva y obedeciendo el mandato popular, goza de mayor aceptación, pues en el ejercicio colectivo del poder, los aciertos y errores son compartidos. Emulando a Frei Betto, 'Prefiero correr el riesgo de equivocarme con el pueblo que tener la pretensión de acertar sin el''. 

2. Mayor asertividad en la distribución de recursos. Un gobierno que incluye al poder popular en el diagnóstico, planeación, ejecución, seguimiento y evaluación de la gestión de los fondos públicos (sobre todo en lo relacionado a obras), es mas asertivo, pues no es sólo un ingeniero el alcalde, o un concejal quien decide hacia dónde van los recursos, sino que es la colectividad. De ahí la potencia del presupuesto participativo! 

3. Mayor transparencia en la gestión. Es mucho más transparente una gestión donde las comunidades organizadas, conocen cómo, dónde y cuánto se va a invertir los recursos de los gobierno locales. Así las comunidades están más informadas e involucradas con el control social de los presupuestos locales. 

4. Mayor control social sobre la gestión. Con un gobierno inclusivo el control social sobre la gestión sería mayor, por lo que los niveles de corrupción tenderían a reducir, así como la apuesta a gerentes o directores ineficientes. 

5. Menores niveles de conflictividad. ¿Quién puede acusar de ineficiente a un gobierno local que ejerce las funciones de gobierno colectivamente? Si somos eficientes somos “todos” eficiente”, sino de lo contrario la responsabilidad será compartida. 

6. Mayor calidad en la competencia por el poder. Bajo este principio de gestión participativa, la oposición solo tendrá cabida en la medida en que su programa de gestión sea más atractiva y complemente la gestión actual. Se reduciría las oportunidades hacia los candidatos demagogos, o aquellos que sólo se alimentan de los conflictos generales (chavismo/oposición por ejemplo), y se elevaría la calidad de los candidatos a alcaldes. Tendrían mucho más probabilidad aquellos que ofrezcan capacidad y eficiencia, que otros que sólo articulen un discurso “in”. 

Un gobierno participativo será posible en la medida en que exista voluntad y decisión de empoderar las comunidades, diseñando las estrategias adecuadas para impulsar el ejercicio del poder de forma colectiva. El andamiaje normativo actual lo permite, y facilita las acciones para el desarrollo de una nueva gestión de lo público. 

Culmino respondiendo a las interrogantes con las que se inició este artículo: No es una entelequia gobernar con el pueblo, no se trata de un mensaje demagógico, y si es posible una democracia participativa. Como dijo el joven eterno “seamos realistas y hagamos lo imposible”.