Desde las elecciones presidenciales del 2012, se viene abordando con mayor intensidad el término estrés post electoral, acuñado por la canadiense Elisabeth Kubler Ross.  Este fenómeno explica que luego de ser derrotados en una contienda electoral, los perdedores caen en un ciclo de depresión que comprende las siguientes fases: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Actualmente pudiésemos precisar que la oposición venezolana luego de entrar en la fase de negación, donde a pesar de lo invulnerable de nuestro sistema electoral, les ha costado aceptar los resultados, han pasado a una etapa de ira llevados de la mano por su líder derrotado, dejando un lamentable saldo de pérdidas humanas y materiales, por las que seguro tendrán que pagar sus responsables.
Pero lo curioso de este fenómeno, es que en su planteamiento no se comprende el estrés que puede causar en nosotros los vencedores, los ganadores de la contienda. Y es que ha pesar del margen de victoria, hemos caído en las fauces de un extraño estrés post electoral. El asunto no fuese tan grave si las consecuencias posteriores no trajesen consigo un mayor desequilibrio político, en donde los favorecidos son justamente aquellos que perdieron.
Al menos tres consecuencias dentro de la ira y la negación se han desarrollado dentro de las filas revolucionarias. La primera es el sentimiento de retaliación política hacia el traidor, hacia aquel que ha pesar de haber sido excluido en la cuarta, y ser la potencial víctima de un gobierno neoliberal, opto por restarle apoyo al candidato de la patria para votar por el candidato de la oligarquía, el restaurador de la derecha. Y este sentimiento se amplifica, si justo aquel que le falló al Comandante, es un beneficiario directo de algún programa social desarrollado por el gobierno revolucionario. 
El segundo, ha sido la presión laboral. Yo difiero en este punto con la matriz que se ha querido crear en los medios, donde supuestamente hay una razia política en las instituciones del Estado. Y es que la derecha mediática utilizará cualquier conflicto laboral, despido o renuncia de algún trabajador, para endosarlo a la supuesta caecería de brujas que hay contra los opositores. Pero lo cierto es que sí hay evidencias de presión laboral, y es a mi entender, otra de las reacciones adversas frente a nuestro extraño estrés post electoral.
El tercero ha sido, a mi juicio al que han atendido con mayor prontitud, la sensación de derrota a pesar del triunfo. Afortunadamente nuestros líderes del PSUV atajaron a tiempo este malestar, y han estado enviando un mensaje certero a la militancia, empezando por el propio Presidente Nicolás Maduro, que asumió la conducción del gobierno con júbilo victorioso. 

Publicado en el Diario La Región el 28 de abril de 2013