Una de las respuestas más buscadas por nosotros los chavistas y a la vez más evitada, es justamente a la pregunta con que se titula el artículo. Ya he leído varios análisis que se pasean desde un conjunto de causas imputadas al Presidente Nicolás Maduro, pasando por el Partido y llegando hasta la eficiencia de la gestión pública, incluyendo aquella causada por el sabotaje en sectores estratégicos. Quisiera compartir con ustedes mis argumentos, mis respuestas.
En primer lugar hay que desmitificar los resultados obtenidos. Se ha dicho de forma reiterada que Capriles se hizo de los votos chavistas. No es del todo cierta esta afirmación. Podemos sectorizar al votante venezolano en cuatro grandes renglones: chavistas, opositores, abstencionistas y los no alineados o ni-ni. Como bien se ha argumentado en otras oportunidades, este último grupo se orienta hacia donde le parece más convincente el mensaje y/o con quien se conecta afectivamente. En ésta elección favorecieron al candidato opositor mayoritariamente, seguido de un minoritario grupo de chavistas que saltaron la talanquera. Pero en otras oportunidades no ha sido así.
Recordemos el escenario de diciembre de 2007, cuando se presenta al país la propuesta de la reforma constitucional. En aquella oportunidad sucedió algo similar pues no se aprobó mayoritariamente la reforma, con un estrecho margen de 1,5 puntos porcentuales en contra. Sin embargo en febrero de 2009 se logró aprobar la enmienda con 10 puntos de diferencia. Y si buscamos un ejemplo regional, el Presidente Chávez no logra la mayoría de votos en Táchira en las elecciones presidenciales por una diferencia con Capriles de 13%, pero dos meses después es electo Vielma Mora con una diferencia a favor de 9%, y finalmente obtiene el candidato opositor el pasado 14 de abril 20,03% de diferencia a favor.
Por ello, no es del todo cierto que la oposición haya crecido de forma estructural, y tampoco es cierto que el chavismo va en declive. Sin embargo, es importante considerar el descenso que hemos tenido en los últimos tres eventos presidenciales. En 2006 ganamos con una diferencia de 26% con respecto a nuestro adversario más cercano, en 2012 con 11% y ahora con 2%. Eso puede significar que al segmento de los no alineados nuestro mensaje y estrategia, así como resultados de gestión han empezado a ser percibidos de forma distinta, lo cual nos está causando migraciones peligrosas. Eso debe llamar a la reflexión en todos los niveles, partido, gobierno y poder popular.
En segundo lugar, es indispensable que consideremos la ausencia del Comandante Chávez. Por primera vez un candidato chavista se enfrenta a la oposición, a un candidato que lleva 2 años en campaña presidencial –aun siendo gobernador- y a una derecha internacional que manipula los medios de comunicación de forma flagrante y perversa. A pesar de ello, ganamos. Fue una victoria cerrada, en una campaña muy corta que no alcanzó para que Nicolás sedujera a los sectores chavistas en su totalidad y al sector de los no alineados. Y si, se cometieron algunos errores, que ya han sido precisados en otros artículos y por otros autores. Pero provenir del alto gobierno, alejado por 8 años de las lides de la contiendas electorales, y que de un sopetón tengas que afrontar una campaña y de un solo mes, en medio del dolor que causa la muerte del Líder de la Revolución Bolivariana, caramba, no es cosa fácil.
Con el Comandante nos acostumbramos a que nuestra victoria fuese de dos dígitos, con un candidato consolidado, y el conductor del proceso de cambio y transformación que ha vivido Venezuela y América Latina. Nada menos. Demos tiempo a Nicolás, esperemos que el legado no sea solo una consigna, sino que se traduzca en aplicación severa, profunda y firme de un proceso de Revisión, Rectificación y Reimpulso. No es por el bien de los chavistas exclusivamente, es por el bien del país.

Publicado en el Diario La Región el 21 de abril de 2013 y el 22 de abril en Diario 2001