La corrupción, como lo afirmara hace unos años Humberto Njaim en su libro “La corrupción un problema de estado”, es un asunto de estado social, cultural, ético. Por ello, no existe corrupción buena y mala, aceptable o inaceptable. Y muchos menos defendible o no. 

Hay un viejo refrán que le escuché recientemente al futuro Alcalde Metropolitano Ernesto Villegas, “sólo los tontos observan el dedo cuando el sabio señala la luna”. Y es que justamente la estrategia opositora frente a los escándalos de corrupción han pretendido que la opinión pública se quede viendo el dedo y no mire la luna. Ahora resulta que el caso de corrupción que involucra a Oscar López para los medios no es lo relevante, sino la homofobia de los chavistas. Igual forma trataron el tema de María Corina Machado, cuando fue develada sus nexos y los de Ramón Guillermo Aveledo con planes golpistas, lo cual lo relevante para los medios privados fue la violación a la privacidad y no el contenido de la conversación, a diferencia del caso que involucraba a Mario Silva, del cual lo relevante fue el contenido y no la forma como se hizo público. 

Y lo peor de todo, es que algunos de los nuestros facilitan el asunto mordiendo el anzuelo. No, el caso no es la homofobia, sino las acusaciones de corrupción contra el Director del Despacho del gobierno de Miranda. No, no es el caso de la violación de la privacidad lo importante, sino las pruebas que demuestran el aun coqueteo de la dirigencia opositora con acciones antidemocrática ante el gobierno de Nicolás Maduro. No, el caso no es si Mardo quiere ser una versión bizarra maracayera de Robín Hood descontextualizado, sino que el manejo administrativo es oscuro y puede estar involucrado en graves delitos como el lavado de dinero. No, el caso no es la supuesta persecución a julio Montoya, sino que a la esposa fue condenada por tribunales por haber incurrido en hechos de corrupción en la contratación de una obra en el gobierno de Manuel Rosales.

Está de más mencionar que ni el sol ni la luna pueden ser tapados con un dedo. Y debemos encargarnos que no sea así. Quien roba los dineros públicos debe ser sancionado con todo el peso de la Ley. Así que una recomendación, no se queden mirando el dedo.