No existe en el Diccionario de la Real Academia Española una definición de la palabra guarimba. Sin embargo, luego de navegar por las redes y consultar algunos libros, el término está referido a refugio, escondite, lugar de resguardo. Queriendo respetar tal acercamiento al término, en el caso venezolano actual tiene otras connotaciones adicionales con respecto a la forma de “resguardo” de ese refugio. Y es ahí donde entran las acciones violentas que caracterizan al guarimbeo actual. 

En 2002, las guarimbas se armaron para protegerse de los círculos bolivariano, o mejor llamados por los opositores de aquel momento, los círculos del terror. Hoy día, homónimamente son catalogados con más sencillez por los opositores actuales como colectivos. Es el mismo sujeto, simplemente le cambiaron la denominación. 

De forma similar, impidieron el paso, restringieron los accesos, con el fin de protegerse. En esta oportunidad los objetivos de la guarimba son más difusos, simplemente las realizan para que el Presidente Nicolás Maduro renuncie. Mientras renuncia el Presidente, se promueve una ola de renuncia masiva de los cientos de vecinos que no han podido ir a sus trabajos por los bloqueos de vías, se renuncia a tratamientos médicos de quienes diaria o frecuentemente deben practicarse, se renuncia a la vida, pues amplían los tiempos de espera de una ambulancia o de un traslado a un centro de atención médica, o se renuncia a la posibilidad hasta de enterrar sus muertos, como ocurrió en la Morita, San Antonio de Los Altos, donde una familia tuvo que pernoctar con un fallecido porque no dejaron que se trasladara a una funeraria. Cosas de renuncias obligadas propias de estas nueva guarimbas. 

En cuanto a las acciones a desarrollar contra los colectivos, si han variado notablemente. En 2002, amenazaban con vaciarle aceite caliente a quienes traspasaran la guarimba, así como dispararle con las armas que tuviesen a disposición. En esta oportunidad han ido más allá, han sido, digamos, más previsivos. 

En esta oportunidad, han contado con la asesoría de militares expertos en materia de seguridad, y han incorporado a los mecanismos de resguardo las guayas, son unos instrumentos realizados con nylon o alambre que cumplen la función de degollar a quienes osen pasar por espacios públicos cercados en forma de campos de concentración de la clase media venezolana, con la limitante de no poder diferenciar a un miembro armado con intenciones de agredir a un miembro del gueto, de un trabajador que debe transitar por ese lugar para llegar a su hogar o sitio de trabajo. Sin embargo para los guarimberos da igual, pues los colectivos o los motorizados son sujetos despreciables que deben ser eliminados. Hago la salvedad que tal apreciación sobre los motorizados aplica para aquellos que usan motos con cilindradas menores a 200 cc.

Igualmente se han incorporado los miguelitos, unos dispositivos rudimentarios hechos con clavos y un soporte que puede ser de plástico, madera o metal, el cual cumple la función de penetrar en los cauchos de los vehículos conducidos por los colectivos, o por los organismo de seguridad del Estado, para que no puedan seguir circulando. En otros casos, también son utilizados para que quienes se trasladan en motos pierdan el equilibrio y puedan caer sobre las barricadas incendiadas o llenas de elementos metálicos que pueden fácilmente detener la vida de quienes, insisto, traspasen las calles de los guetos autoclausurados por los defensores de la paz social. 

Finalmente están los sujetos que arman y levantan las guarimbas. Son autodenominados estudiantes pacíficos que quieren que el Presidente renuncie. Varían en sus estéticas, unos van con el rostro cubierto y otros no. Usualmente no hay parámetros definidos en cuanto a sus edades, sin embargo hay alguno que guarimbean acompañados de sus padres, quienes ven con orgullo desde las ventanas de donde viven, a sus temerarios hijos cercenar el derecho al libre tránsito a sus vecinos que obligatoriamente deben permanecer en sus hogares hasta que el Presidente renuncie. 

Estos individuos, a veces cargan ollas, y se hacen acompañar de las señoras, normalmente jubiladas o amas de casa que no tienen necesidad de cumplir un horario de trabajo, las cuales cumplen el rol de hacer bulla. Es una forma muy particular de rememorar aquellos años ochenta o noventa, donde se manifestaba con las ollas y las cacerolas porque la pobreza estaba matando al pueblo de hambre. Hoy lo hacen porque es cada vez menos soportable y más frustrante que los guarimberos y opositores en general, no tengan los suficientes votos para sacar al gobierno nacional por vía democrática. Creo que más original y menos destemplado sería usar unas urnas electorales a la vieja usanza y protestar porque están vacías de votos opositores, pero quizás no harían tanta bulla y no resistirían tantos golpes.